miércoles, 3 de septiembre de 2008

Derrumbe olímpico

Ya no sólo se desploman los edificios habaneros luego de cinco décadas de abandono por falta de mantenimiento. Nos hemos acostumbrado tanto a ello que casi ni es noticia la caída de más y más inmuebles.

Pero acaba de producirse una debacle mucho más estrepitosa, pues con sólo dos medallas doradas Cuba tuvo en Beijín la peor actuación en las Olimpiadas de la época fidelista, ocupando el lugar 28.

A la discriminación del cubano ante el extranjero por nuestro propio Gobierno no escapan ni los deportistas. Se les priva de los derechos que tienen sus iguales de otros países:

- No se les permite disponer y disfrutar íntegramente de los premios que se ganan y son obligados a “donarlos” medida muy impopular desde el principio, pero como tantas otras, en larga lista de espera de los errores a ser rectificados y condenada a la perpetuidad, a engrosar las formas de doble moral, al tener que fingir que lo donan gustosamente, con tantas necesidades personales y familiares, de solución indefinida e involuntariamente postergada.

- Se les prohíbe jugar en las ligas profesionales de otros países, ya que en nuestra tierra natal están igualmente abolidas. La incapacidad inicial de ver tales competencias también como fuentes generadoras de riquezas para el pueblo y a la vez como fogueo ahorrador de recursos, tan necesarios para otras esferas, en una nación cargada de penurias, se transformó en tozudez perenne. Si cientos de jugadores de gran calidad pudieran competir libremente en otros países, gran parte de lo ganado regresaría como remesas y sería gastado en la propia Isla.

- En consecuencia, nuestros atletas, aunque brillen en olimpiadas, campeonatos mundiales y cuanta competencia importante participen, destrozando récords, por un lado se llenan de gloria y por otro de aire sus bolsillos, privados de derechos económicos por ya casi medio siglo.

Ello es debido a que el Quijote de este tiempo quiere seguir luchando contra los molinos de vientos equivocados. Pero sobretodo, no le permite al propio pueblo elejir contra cuáles desea realmente luchar y escoger a los que entienda como los más capaces para guiarlos.

Estos “Sabelotodo” sin duda sí han podido probar, al menos en materia económica, ser insuperables en eso de lograr que más y más países rebasen al nuestro en los principales indicadores de crecimiento y desarrollo económico.

Maletiquetando casi todo como “capitalista” en obsesiva fobia hiperbolizada a cuanto huela al “enemigo”, en lugar de generar abundante riqueza, han inundado el país de más y más pobreza.

Así hemos llegado a un régimen que, de tan pretendidamente diferente al capitalismo, se parece más al feudalismo, en especial en eso de poner todo tipo de trabas a la prosperidad económica del pueblo y al pleno desarrollo de su potencial generador de riquezas.

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