Una de las tantas cosas que en Cuba necesitan ser cambiadas es ese privilegio injustificado mediante el cual, la nueva clase explotadora que reemplazó a la burguesía, o sea, la burocracia estatal partidista - esa minoría que de manera estable se ha mantenido en el poder por ya casi media centuria -, no sólo explota al pueblo, sino que le prohíbe un sinnúmero de cuestiones, que se permite a sí misma, confirmándole con ello cada día a los cubanos la verdadera falta de justicia y de igualdad de derechos de la sociedad en que viven, muy lejos de ser el paradisíaco socialismo prometido y nunca cumplido.
Pretextos no han faltado. El favorito: proteger al pueblo del enemigo, de su propaganda, etc. etc. ¡Qué buenos son! ¡Cuánta nobleza! ¿Cuál es el extraño don de ellos para lograr ser inmunes a todo eso que al pueblo sí nos puede dañar?
Todavía recordamos cuando en las décadas del setenta o del ochenta el hablarle o escribirle a algún extranjero era un verdadero pecado ideológico, pues de seguro nos contagiarían con los males pequeño burgueses o como una especie de “virus”: el del diversionismo ideológico, contra el cual por lo visto los burócratas sí estaban vacunados.
Como con muchos otros asuntos, de la noche a la mañana, lo que era malo dejó de serlo. La mágica solución del desarrollo turístico, luego de más de treinta años de temor al contagio, se impuso como tabla de salvación nacional ante la catastrófica crisis económica rebautizada (¿o enmascarada?) con el nombre de período especial. Por cierto, ¿especial o sin fin? ¿Período? Ya está llegando al par de décadas.
La lista es extensa: películas, vídeos, revistas, emisoras y programas radiales y televisivos censurados, cuyo “veneno” no mata ni a los censores ni a quienes en calidad de funcionarios y directivos del gobierno pueden viajar o permanecer en el exterior o están autorizados a tener, ver, leer, escuchar y disfrutar todo cuanto según ellos perjudica al pueblo, pero no a esta élite engañosa y usurpadora.
Recientemente, los celulares, computadoras, ollas arroceras y otros artículos, dejaron de ser contaminantes o venenosos. Al parecer se comprobó científicamente que ninguno de los sacrificados burócratas - que tenían de todo eso y más -, enfermó gravemente por ello y al fin ya el pueblo los puede adquirir legalmente, de lograr acumular el dinero claro está.
Si Carlos Marx viviera seguro diría que los desproporcionados precios del altísimo impuesto de circulación, son el equivalente en este régimen del burocratismo (mal llamado socialismo) a la plusvalía en la sociedad capitalista.
Pero la absurda informatización de la sociedad cubana sin acceso a Internet parece que pudiera ser la gota que rebosa la copa. Los cubanos se están hartando de seguir siendo marginados por la élite. Comprueban como pan de cada día que un grupito sí está autorizado a acceder a Internet y la gran mayoría del pueblo no. (¿Y todavía hay quienes creen que el poder es del pueblo?)
Una vez más la riqueza generada por el conjunto de la sociedad sólo es disfrutada por una minoría injustificadamente privilegiada. ¿Hasta cuándo?
La “nueva” sociedad ¿socialista? que nunca se construyó, sino que en su lugar se edificó otra muy distinta, pero aún más injusta y explotadora sociedad burocrática, se está conviritendo en la “vieja” sociedad para la inmensa mayoría de los habitantes de la Isla, los cuales han nacido o se han criado en el último medio siglo.
Nada impedirá que lo viejo perezca y en su lugar, los cubanos erijan algo mucho mejor.
El local mayor de Ojeda Corp.
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Desde agosto de 2015, Ojeda Corp. pasó a rentar un nuevo local, el cual es
el más amplio de todos los que hemos usado.
Aunque la mayoría de nuestra cliente...
Hace 8 años
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